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La Moda, Consumo y Cultura de Vino en España

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LA MODA, CONSUMO Y CULTURA DEL VINO EN ESPAÑA

Escrito por: Bruno Tannino
Fuente: Infoguía Magazine - Sitges
Titulo: El Vino: Ese Viego Amigo Desconocido - Parte II
Web: tannino.wordpress.com
E-mail: burno.tannino@gmail.com

El vino de calidad se ha “democratizado” en los últimos 25 años. Especialmente de cinco años hacia aquí, cada vez se producen mejores vinos a precios más accesibles. No obstante -y he aquí el misterio-, el consumo “popular” de vino en estas tierras sigue descendiendo.

¿Por qué, siendo un producto tan ligado a nuestra tierra y nuestra tradición, se ha convertido en “ese viejo amigo desconocido”? He aquí, desde mi punto de vista, una posible explicación...

Los humanos tendemos a fascinamos con aquello que no tenemos al alcance de la mano. Cientos de extranjeros visitan a diario la Sagrada Familia, pero muy pocos catalanes lo hacen. Es más probable que un catalán visite antes la Torre Eiffiel o el Empire Estate Building. ¿Moraleja? Mientras los estadounidenses se fascinaban con el vino en tanto que transmisor de una tradición milenaria y lo valoraban como un artículo gourmet propio de gente culta y sofisticada... aquí le cogíamos manía porque, para nosotros, significaba todo lo contrario: la bebida miserable, cutre, viejuna, analfabeta.

Para una sociedad acomplejada y hambrienta de Modernidad (como era la España de las décadas de 1970 y 1980), el vino simbolizaba todo lo que se quería dejar atrás. Lo "moderno", lo "coo", lo "cosmopolita" era lo que viniese de fuera o, por lo menos, lo pareciese: cerveza, whisky, ginebra, vodka... La "caña" y el "cubata" desterraron al vino de nuestros bares. Como mucho, se siguió usando para acompañar las comidas, sin prestar mucha atención a su calidad.

En la década de 1990 se produce otro fenómeno muy comprensible, pero de trágicas consecuencias a la larga. Los elaboradores vinícolas producen vinos de calidad cada vez más remarcable, y -conscientes de que, en el resto del mundo, su producto recibe el merecido respeto- deciden reivindicarse. Empiezan a elaborar vinos DeLuxe que aquí, hasta la fecha, sólo la mítica bodega Vega-Sicilia y tres más habían tenido el conocimiento y la valentía necesarios para producir.

La (engañosa) sensación de boom economico que nos hipnotizó de 1996 a 2008 y el creciente interés por la alta gastronomía hacen que restaurantes y tiendas especializadas se llenen de "gamas altas", "vinos de autor", "vendimias seleccionadas" y demás vinos con precios entre "elevado" y “prohibitivo". El vino, en efecto, queda en España reivindicado como producto gourmet.

Se le quita la caspa. Ya no es más la bebida de los destentados abuelos de boina calada que juegan al dominó en la tasca del pueblo. Ahora es, como en el Manhattan del cine, la bebida de gente guapa, cool y entendida que "está a la última" y llega al éxtasis en sus elegantes fiestas y caros restaurantes comentando entre amigos, y con rebuscado lenguaje, los sutiles matices de éste u otro vino.

Una muestra más de que, en estas latitudes, no tenemos término medio y con frecuencia nos pasamos de frenada. El vino pasa abruptamente de ser considerado la tosca bebida de los gañanes de la España Profunda a ser visto como una delicatesse líquida sólo apta para píjos, modernillos y snobs. La mayoría de la pobablación (y especialmente la juventud) se sigue sintiendo excluida. Y opta, claro está, por seguir con su birra y su cubata. La torpeza de bodegueros y profesionales del vino en general (sommeliers, periodistas especializados, etc) ha consistido en no saber bajarnos del burro a tiempo. Hacernos más humanos, mostranos más accesibles... y echar mano del marketing cuando tocaba.

No es sino gracias al marketing que se ha popularizado, hasta aburrir, el Gin&Tonic "Premium". Y llama la atención que, en plena crisis, haya tanta gente dispuesta a pagar 10€ por un Gín&tTonlc y a la vez se escandalice ante una botella de vino a 35€. Nada tengo en contra del Gin&Tonic (un gran amigo mío), ni de que la gente prefiera pagar más por darle un gusto al paladar (y, de paso, no envenenarse con alcoholes dudosos), Al contrario.

Pero los profesionales vinícolas algo hemos hecho mal. Trabajando en buenos restaurantes me he encontrado clientes estadounidenses cuya cultura vinícola y - ¡sobretodo!- su ausencia de prejuicios y ganas de aprenderse y dejarse sorprender superaban de largo la de la media de clientes autóctonos. Y esto es algo que no puede ser.

Actualmente hay en nuestro mercado cientos de vinos y cavas excelentes por menos de 11€. Con nombres graciosos y etiquetas preciosas. Hay vida más allá del “Rioja” y el “verdejo”. Un cava puede ser tan delicioso -¡o más!- que un champagne, aunque cueste una tercera parte. ¡Vivimos un gran momento para consumir vino! Pero todavía no hemos conseguido que todo el mundo lo sepa.

Algunos profesionales del sector queremos romper con esta dinámica. Bajar del pedestal y animar a la gente a beber vino. Porque es un producto maravilloso. Es rico, es sano y nos conecta con nuestras raíces, nuestra tierra y nuestras tradiciones. Y -last but not least- porque aquella belleza de nuestros paisajes que todavía resiste a la industria y al ladrillo depende de que sigamos produciendo y consumiendo vino.

Yo modestamente intentaré, desde estas páginas, aportar mi granito de arena...

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