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Chateau Clos de Vougeot (Confrérie des Chevaliers du Tastevin)

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CHATEAU CLOS DE VOUGEOT

El castillo del Clos de Vougeot se divisa desde muy lejos entre los viñedos. El abad Loisier lo acabó en época renacentista y fue restaurado en el s. XIX. Son de destacar: la gran bodega (s. XII) en la que cada año se celebran las ceremonias de la cofradía del Tastevin, el lagar (s. XII) y sus cuatro prensas gigantescas, de los tiempos de los monjes y la antigua cocina (s. XVI) situada bajo una bóveda sostenida por una única columna central. La visita acaba en el dormitorio de los hermanos conversos, cuya techumbre del s. XIV es realmente espectacular.


CONFRÉRIE DES CHEVALIERS DU TASTEVIN

La  más famosa de las cofradías de Borgoña. Fundada en 1934 para enaltecer la fama de los vinos borgoñones. Los fundadores de esta sociedad privada, Goeorges Faiveley y Camille Rodier, esperaban atraer el turismo mediante la recuperación de antiguas fiestas y tradiciones, y sus esfuerzos se vieron premiados con el éxito. La cofradía celebra anualmente más de 15 capítulos, en los que participan más de 500 personas. Estos capítulos tienen lugar en el antiguo castillo Clos de Vougeot. Cada asamblea termina con una cena de seis platos, media docena de grandes vinos de Borgoña, café y licores. El coro de vendimiadores Cadets de Bourgogne pone el complemento musical.



CLOS DE VOUGEOT

Grand cru de la Côte de Nuits (Borgoña, Francia), que produce uno de los vinos tintos más preciados del mundo. El Clos de Vougeot, célebre viñedo amurallado de sólo 50 ha, forma parte del corazón histórico de la Borgoña. Es un pequeño jardín que tiene más de 70 propietarios, y cada uno de ellos hace su propio vino, a veces con técnicas y modos muy diferentes. Para buscar la calidad hay que ir siempre a las marcas más conocidas y a las casas más renombradas (Drouhin, Morin, Grivot, etc.). Los mejores viñedos están situados en la parte superior, de tierras rojizas y pedregosas, a la vez calcáreas y arcillosas, con una pendiente que favorece la circulación del agua de lluvia.


Puede resultar sorprendente saber que aparte del Clos de Vougeot, conocido en todo el mundo, existe también un pueblo que se llama Vougeot. Esta pequeña localidad, que se reduce a una calle principal de 800 m de largo, cortada por pequeñas callejuelas laterales, recibe la visita de muchos turistas amantes del vino que visitan los comercios dedicados a la venta de vinos.


Se poseen datos del pueblo y el nombre de Vougeot desde principios del siglo X. En aquella época, se estableció un peaje para cruzar el Vouge, pequeño río que sirve de límite entre Vougeot y Chambolle-Musigny. La viticultura casi no existía y las tierras del actual Clos de Vougeot eran bosques y tierras yermas. Sólo una viña, plantada en una ladera al abrigo de algunos castaños, producía un vino que consumían sus propietarios. Esta situación se prolongó hasta la llegada de los monjes de Citeaux, a comienzos del siglo XII. Estos monjes se habían separado de Cluny, para seguir unas reglas más severas y construyeron un convento y una iglesia en Vougeot. Poco a poco, los monjes fueron aumentando sus posesiones, gracias a las donaciones, y a mediados del siglo XII tenían tantos viñedos que se vieron obligados a construir allí mismo una bodega y una cava.



Durante los siglos XIII y XIV, consiguieron lo que deseaban: tener 50 ha de viñedos en una sola propiedad. Esta viña, que los monjes cistercienses rodearon de un muro, se llamaría años después Clos de Vougeot. Desde aquella fecha y hasta la actualidad, la superficie del viñedo ha permanecido inalterada: 50 ha, 22 áreas y 40 centiáreas. El 13 de octubre de 1367, Philippe le Hardi concedió la autorización para construir un castillo cerca de Vougeot. El château actual no es tan antiguo, ya que data del siglo XVI.


Una vez decidida la construcción, Dom Loisier, el prior de Cíteaux, encargó los planos a un joven monje que era arquitecto. Éste se puso de inmediato a trabajar y poco después presentó el proyecto a sus superiores. Orgulloso de su obra, explicó que el château, concebido en un estilo perfecto, sería único en todo el país y constituiría un orgullo y una gloria para la abadía. El prior examinó los planos, reflexionó un buen rato y, tomando las manos del joven monje entre las suyas, le prometió presentar su proyecto al capítulo del convento. Un mes más tarde le notificó el resultado: el capítulo había decidido hacer revisar los planos por otro monje, y el ambicioso proyecto se convirtió en un edificio grande y pesado. En 1555, al comenzar la construcción, murió el joven monje, de tristeza y desengaño. Por este motivo, el château Clos de Vougeot se ha convertido en el símbolo del proverbio que dice: «Cuando el orgullo camina delante, la vergüenza y los lamentos vienen después». En este castillo se reúne la Confrerie des Chevaliers du Tastevins, fundada en 1934, que cada año al llegar la primavera congrega a algunos de los mejores catadores, que deciden qué vinos merecen el título de calidad de tastevinage, mención que se añade a la garantía que ofrece la AOC.


La Revolución acabó con la riqueza de la abadía de Cíteaux, El 13 de febrero de 1790, el Estado confiscó todas las propiedades y las vendió en pública subasta. El château fue comprado por M. Focard, comerciante maderero de París. Pero el nuevo propietario fue incapaz de enfrentarse a sus nuevas obligaciones y solicitó a Dom Goblet, el último maestro cillerero, que siguiera desempeñando sus funciones. Éste siguió explotando el Clos de Vougeot durante varios años al servicio del Estado. Realizó tan bien su trabajo, que cuando se retiró se le recompensó con dos cubiertos de plata y una cantidad de vino suficiente para el resto de su vida. En 1800 este maestro bodeguero dio una lección a Napoleón Bonaparte. A su regreso de la batalla de Marengo, el cónsul pasó por Dijon y envió un correo al Clos de Vougeot solicitando un número de botellas de vino. Entonces Dom Goblet respondió al mensajero: «Tengo Clos de Vougeot de cuarenta años. Si tu señor quiere este vino, tiene que venir él mismo a pedírmelo». Los archivos del Clos no mencionan la visita de Napoleón.


El Clos de Vougeot tinto, el más típico, suele tener un delicado bouquet con aroma de flores, menta y trufa. Es un vino con cuerpo y con savia, vestido de terciopelo, con la elegancia aromática de la pinot noir de este pago (cerezas, especias, casis, sotobosque) y un cuerpo atlético que, con los años, se rinde como una pieza de caza. Algunos elaboradores como Domaine Drouhin-Laroze, Château de la Tour, Denis Mugnère, Château de Marsannay o François Lamarche mantienen bien el espíritu de este clos.

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