ERMITA DE SAN ESTEBAN DE VIGUERA
Situada debajo de un peñasco que la cobija, con acceso andando por un sendero en pendiente desde la carretera N-111, en el kilómetro 305. Dirección: 26121 Viguera, La Rioja. No hay horario de visitas concreto, pero hay que pedir las llaves de entrada en la Venta la Paula, que es un antiguo bar situado a pie de la carretera, frente al inicio del sendero. La subida a la ermita es empinada, son unos 460 metros de longitud y un desnivel aproximado de 185 metros. Ermita de San Esteban (790 m).
San Esteban es una pequeña ermita de estilo románico construida en el siglo X y reformada posteriormente en el siglo XII. Se reconstruyó tras su abandono y parcial derrumbe en 1955. Destaca por sus frescos estilo mozárabe en el interior y por su ubicación, al estar construida al abrigo de un risco, por lo que no necesita cubierta. Está localizada junto a la localidad de Viguera, en La Rioja.
Hay varias teorías sobre su origen. Podría ser un punto de reunión para los eremitas de antes de la invasión musulmana que vivían a lo largo del valle del Iregua en diversas cuevas o quizás un oratorio que podría haber formar un conjunto con una fortaleza cercana.
La mayoría de estudiosos coinciden en identificarla como la iglesia de un antiguo establecimiento cenobítico que aglutinaría a los diferentes eremitas asentados por las numerosas cuevas y oquedades existentes en los farallones y riscos que conforman el angosto y aislado valle del río Iregua.
Levantada con una evidente economía de medios, el resultado es una obra austera pero de gran potencia constructiva, sin ornamentación escultórica, pero con una espléndida decoración pictórica que transfigura los espacios interiores.
Por sus características y las de su entorno, muy propicio para la existencia de establecimientos eremíticos desde fecha muy temprana, hay quien se atreve a señalar el origen del enclave durante los siglos de la monarquía visigoda, siendo abandonado durante la dominación árabe y revitalizado tras su reconquista en el siglo X.
La humilde construcción permaneció intacta y en el más absoluto olvido durante siglos, hasta que en la década de los cincuenta del siglo XX y cuando la ruina era un hecho, fue redescubierto su valor y sometida a obras de restauración. En el interior hay pinturas que muestran una completa escenografía románica, restauradas en 1999 por el Taller Diocesano de Restauración, de Santo Domingo de la Calzada.
La ermita de San Esteban de Viguera encierra en su interior una grata sorpresa en forma de una valiosísima colección de pinturas románicas prácticamente únicas en contextos geográficos riojanos. Hay un libro: “Las Pinturas de la Ermita de San Esteban de Viguera”, editado por la Fundación Caja Rioja. Se puede consultar en la Oficina de Turismo de Cameros (en Pradillo).
Si por algo se caracterizan estas pinturas murales es por su relación estilística con los beatos mozárabes del cercano monasterio de San Martín de Albelda (Códice Albeldense) o los del scriptorium de San Millán de la Cogolla, que a buen seguro el autor de las pinturas de San Esteban conocería perfectamente.
Se denominan Beatos a los distintos códices manuscritos, copias de aquel Comentario al Libro del Apocalipsis (Explanatio in Apocalypsin) de San Juan que en el año 776 realizara Beato de Liébana, abad del monasterio de Santo Toribio, en el valle de Liébana (Cantabria). Es un género librario específicamente hispano.
Se denominan mozárabes a los cristianos de la península que vivían o habían vivido bajo la dominación musulmana o en su proximidad en la Edad Media hispánica. Por extensión se llama mozárabe a la dialectología, poesía, cancionero, pintura, urbanismo, liturgia o música de esa sociedad. Los mozárabes que emigraron a los reinos cristianos del norte en los siglos IX y X aportaron una cultura que mostraba la interpenetración de las tres religiones del Libro: cristiana, judaica y musulmana.
Viguera aparece citada desde los siglos VIII y IX en diversas crónicas árabes como plaza estratégica en disputa entre cristianos y musulmanes, siendo junto a Nájera uno de los últimos bastiones riojanos en caer definitivamente en manos de los reinos cristianos peninsulares hacia el año 923. Y que acabaría definitivamente integrado en la Corona de Navarra.