CUBIERTAS VEGETALES ABONOS VERDES VIÑEDO
Utilizar esta cubierta vegetal como abono es relativamente sencillo. Se suele incorporar durante la época de la floración, una de las etapas más críticas para la vid. Para ello, la cubierta se corta y pica y, unos días después, se realiza un ligero volteo de la tierra para incorporarla al terreno.
En el caso de la viticultura, es habitual mantener una mezcla de hierbas en las calles teniendo también en cuenta las que crecen de manera silvestre en el terreno. Aunque es posible realizar una siembra a partir de semillas comerciales, es una inversión económica demasiado elevada incluso considerando los beneficios.
La presencia de este conjunto de plantas realiza funciones adicionales que pueden ser muy beneficiosas. En primer lugar, actúan como una barrera para el crecimiento de las malas hierbas. En segundo lugar, compiten por los recursos hídricos con la vid, interesante si se busca un perfil organoléptico favorecido por este factor, aunque también puede ser contraproducente. En el caso de suelos muy secos o con pocos nutrientes, esta competencia puede impedir la completa maduración de la uva, aumetando la acidez y otorgando un carácter más vegetal al vino.
Sin embargo, no están exentas de inconvenientes que también deben considerarse. Por un lado, son una fuente de humedad y, en viñedos donde ya exista una elevada humedad, el riesgo de enfermedades fúngicas se incrementa exponencialmente. Por otro lado, suelen amplificar los daños causados por las heladas funcionando como un colchón húmedo y fresco en el que, además, los microorganismos que habitan en este ecosistema pueden actuar como núcleos sólidos para la formación y crecimiento de cristales de hielo.
Los abonos verdes proceden de plantas que se pueden sembrar en las calles entre las filas de viñas. Suelen ser de diferentes especies: gramíneas, cruciferas y leguminosas. En general, pequeñas plantas de porte rastrero que forman una tupida cobertura vegetal.
Las raíces de gramíneas como el centeno (Secale cereale) o la avena (Avena sativa) penetran en el suelo y lo ablandan. Las cruciferas tienen un ciclo de vida corto, por lo que son especies que se pueden emplear como abono rápidamente. Existe una gran variedad de especies, como la mostaza blanca (Sinapsis alba), el rábano forrajero (Raphanus raphanistrum) o el nabo forrajero (Brassica napus), cuyas raíces son bastante profundas, acumulando gran cantidad de elementos y nutrientes que devuelven al suelo durante el abonado. Las leguminosas son de las más utilizadas, como los tréboles (Trifolium), las habas (Vicia faba), las algarrobas (Vicia monanthos) o los altramuces (Lupinus).
Cada especie vegetal tiene unas características particulares, un metabolismo propio, con una determinada tasa de crecimiento, unos requerimientos nutricionales concretos o unos procesos de descomposición que se deben tener en cuenta para conocer la compatibilidad a la hora de elegir un abono verde.
Esta compatibilidad depende no solo del cultivo, en este caso, el viñedo, sino también de la composición físico-química del suelo. Existe un parámetro para conocer el mecanismo de descomposición de la materia orgánica. Se trata de la relación C/N, una relación entre el contenido en carbono orgánico y en nitrógeno orgánico de la materia en descomposición.
Los valores elevados de C/N inmovilizan el nitrógeno y, aunque esté presente, la planta no puede absorberlo. Los valores bajos del ratio C/N, por el contrario, estimulan la mineralización del nitrógeno, es decir, su transformación en nitrógeno en forma de sales minerales absorbibles por la planta como el amonio (NH+) o el nitrato (NO-).
Las gramíneas tienen un valor muy elevado en su relación C/N, lo que significa que el contenido en nitrógeno es mineralizado de una forma muy lenta y su absorción por la planta también es más pausada. Las leguminosas, por el contrario, tienen una baja relación C/N y realizan un aporte muy rápido de nitrógeno, preferentemente en forma de nitratos (NO-).