PREPARACIÓN SUPERFICIAL
El desfonde (excavar la tierra profundamente para airearla y sanearla) deja el terreno desigual en superficie y el subsolado (arar en profundidad) no muelle la capa arable. Son necesarias las operaciones culturales complementarias para obtener una tierra suficientemente dividida en superficie. Cuando el suelo está estabilizado y seco, una labor de 30 a 40 cm permite el enterrado de las enmiendas y del abonado de fondo y limita el rebrote de las malas hierbas antes de la plantación. El desmenuzamiento superficial es realizado preferentemente con el uso de la grada o del escarificador antes que el rotavator pues este último, mal empleado, es nefasto para el mantenimiento de la estructura del suelo.
PREPARACIÓN DEL SUELO PARA LA PLANTACIÓN DEL VIÑEDO
La vid se desarrolla bien en los terrenos secos o semisecos, ya calizos o arenosos, pero no muy bien en los secanos excesivamente arcillosos ni en ninguna clase que sea altamente orgánico, fresco o semihúmedo. Todos los terrenos medios pueden ser favorables para el desarrollo de la vid y son preferibles los de origen volcánico y excelentes para una mayoría de especies los suelos cascajosos de las antiguas terrazas fluviales que dan rendimientos constantes, algunos de ellos de hasta 14.000 kilos por hectárea a distintos marcos de plantación entre 2.000 y 2.700 cepas por hectárea.
Al igual que cualquier otro cultivo, la preparación del suelo es fundamental. La labor de desfonde, tanto en nuevos suelos como en los que hubieran sido ya viñedo anteriormente, es siempre recomendable y hasta indispensable, ya que a más de uniformar grandemente su condición física ayudan a sanearlo y a la eliminación de raíces residuales del anterior cultivo que podrían dar lugar a reproducciones adventicias. Conviene, no obstante, conocer la forma y realización de los desfondes, según suelos y circunstancias.
Las enmiendas con materia orgánica, arena o gravilla menuda para hacer la tierra más suelta y fresca, o inversamente con arcilla para que resulte más compacta, hasta cierto límite, resultan muy necesarias cuando al mismo tiempo se llevan a cabo trabajos de nivelación, todas ellas conviene aplicarlas en los lugares cuya rasante ha sido disminuida por el hecho de que hemos suprimido la parte más fecunda de la capa de labor. También conviene considerar al nivelar que no se trata de dar al terreno una horizontalidad total, pues, es preferible, según regiones, una ligera pendiente que permita la moderada salida de aguas.
Las zanjas de drenaje son una buena solución para evitar los excesos de humedad y puede combinarse su realización con el despedreo del suelo, labor rápida mediante el rastrillado con tractores. El despedreo tiene un límite llegado al cual no conviene dejar el suelo desprovisto totalmente de cascajo, particularmente en zonas secas, con delgada capa vegetal y tierra suelta.
FORMA DE REALIZAR LOS DESFONDES
Algunos profesionales recomiendan siempre los desfondes a unos 70 centímetros, sin determinar clase de suelo, aunque esta dimensión, aun cuando pueda ser generalizada en muchos casos, no conviene llevarla a semejante medida en todos los suelos.
Los desfondes pueden realizarse mediante dos sistemas que incluyen todas las formas de llevarlo a cabo. Uno de ellos es abriendo y volteando la tierra (desfonde) y el otro rajando el suelo sin voltear la tierra (subsolado).
El primer sistema (desfonde propiamente) puede conducirnos en determinadas ocasiones a resultados contrarios, graves incluso. El segundo (subsolado) adolece también en muchísimos casos, la mayoría, de resultados que, si bien no son contrarios, por lo menos significan un trabajo totalmente nulo, sin el menor efecto.
Es siempre temerario efectuar desfondes sin tener en cuenta la profundidad de la capa vegetal, aparte de no considerar el régimen hídrico de la especie a plantar en consonancia con el medio y objetivos de producción.
En cuanto a desfondes en terrenos de escasa capa vegetal corremos siempre el riesgo, si llevamos la labor a profundidad considerable en el sistema de voltear la tierra abierta, de mezclar con la capa vegetal las capas inferiores de dudosa fertilidad, lo cual es un contratiempo para el arraigo perfecto de la planta en los primeros años de producción y, sobre todo, como es costumbre y necesidad frecuente, si realizamos el desraizado a los dos años.
Pero frente al mismo caso circunstancia de una capa vegetal poco profunda, conviene asimismo conseguir a veces una mayor profundiad, aun a coste del mismo subsuelo y proporcionada al espesor de la primera.
La profundidad del desfonde no debe rebasar jamás los límites de tres cuartas partes de la capa vegetal sumada a 20 centímetros de subsuelo. Es oportuno, conocer antes de iniciar esta labor preparatoria de la plantación, la disposición estrática del terreno mediante sencillos hoyos de sondeo y en particular el espesor de la capa vegetal.
Profundidad del Desfonde = E + 20 x 0.75
E es el espesor de la capa vegetal en centímetros y su resultado será en la misma magnitud.
EMPLEO DEL SUBSOLADOR
Este laboreo del terreno consiste en rajar el suelo sin voltear la tierra, debemos observar una relación inversamente proporcional del trabajo del subsolador con la humedad y profundidad del suelo.
La eficiencia del subsolador disminuye con la humedad y cohesión del suelo, fragmentando menos espacio a una profundidad desproporcionada.
En todo desfonde hay que prever por igual el régimen de lluvias y reservas que el suelo retiene en humedad hasta su grado tolerado por la vid, y en condición también del que necesita.
Los suelos muy secos, de poco espesor vegetal, siempre agradecerán los desfondes rajados, concretamente subsolados, pero jamás abiertos y removidos si el subsuelo es arcilloso o muy duro, pues nos exponemos a que los elementos residuales queden profundos arrastrados por el agua, mientras la planta tenga que sostenerse en sus primeros años sobre una capa árida, poco fértil y sin cohesión suficiente para retener el grado de humedad indispensable.
El desfonde en el viñedo, ya en forma de removido y volteo o bien de subsolado, debe interpretarse como una mejora esencial si se realiza en la proporción que el suelo tolera, pero de nulos efectos y hasta contrarios cuando esta labor se lleva a cabo sin el más elemental criterio ni la más prudente norma de su medida.
PROFUNDIDAD
No se puede fifar una norma rígida, ya que el viñedo ocupa y se sigue plantando en tierras muy variables. La profundidad debe oscilar para la situación de las raíces de 25 a 35 cm en suelos húmedos y compactos y de 35 a 40 cm como máximo en los ligeros y secos durante gran parte del año.
Una profundidad excesivamente desproporcionada a esta norma, sobre todo al rebasar los 50 m., provoca el nacimiento de raíces en los nudos superiores quedando expuesta la parte inferior a los ataques de podredumbre o de nemátodos e insectos acarreando focos de infección que terminan extendiéndose al resto de las raíces sanas.
También existen excepciones a la regla, como por ejemplo parcelas de viñedos en tierras arables de sólo 25 cm en laderas orientadas a mediodía, suelo calcáreo-pizarroso, con una producción promedia de 8.650 kilos por hectárea a un marco de plantación de 2,8 por 1,8 metros de la veriedad de uva Cariñena sobre pie Rupestris Lot.